jueves, 21 de diciembre de 2017

(2004) Dan Burstein - Los secretos del código

Religión, El código da Vinci, Dan Brown, María Magdalena, evangelios gnósticos


"Hay dos relatos bíblicos referidos a la creación de la primera mujer. Uno dice que Eva fue creada a partir de la costilla de Adán (Gén. 2.21); el otro que Dios creó la primera pareja, macho y hembra, a su propia imagen (Gén, 1.26-27). El segundo relato sugiere que Dios Creador mismo tiene una doble naturaleza que combina características masculinas y femeninas. Los gnósticos tendían a preferir esta versión y desarrollaron varias interpretaciones de ésta. Esta versión le da igualdad a la mujer, mientras que la versión de la costilla de Adán la subordina al hombre."
Stephan A. Hoeller

Uno de los efectos colaterales del éxito de El código Da Vinci fue la aparición por generación espontánea de libros con títulos de similares características. "El acertijo de Newton", "El Código de Rousseau", "El misterio de Pitágoras", "La conspiración Galileo", "El enigma Turing", etc. Desconozco si he acertado con la existencia de alguno de estos títulos; me los he inventado todos. Lo que trato de decir es que, al calor del éxito de Brown, se publicaron un buen número de obras tratando de replicar la fórmula del éxito de "El Código Da Vinci". Además, los títulos de esos libros parecían estar hechos con algún tipo de software de números aleatorios. Parecían el producto de la extracción de un nombre de entre un gran banco de grandes científicos (siempre con inquietudes filosóficas) y de un sustantivo de entre un banco de términos asociados con el suspense. El producto eran frases efectistas de tres o cuatro palabras que hacían rumiar al comprador sobre la posible idoneidad de adquirir el ejemplar en cuya portada se mostraba, en una suerte de difuminado, algunos de los siguientes elementos: la cara del científico, alguna de sus creaciones, alguna de sus predicciones, algún objeto relacionado con sus investigaciones y objetos, paisajes o lugares relacionados con la propia trama. Y es que esos volúmenes transmitían una fascinante sensación de aleatoriedad y predictibilidad al mismo tiempo, como las canciones de Jarabe de Palo. Aún hoy en día, yo no descartaría la hipótesis de que primero se pensasen los títulos y las portadas de esos libros, y después se procediera a construir su argumento.

Pero más allá de este entrañable fenómeno, ocurrió otro en paralelo: todas las librerías se infestaron de libros que trataban de desentrañar los misterios y las claves del libro de Dan Brown. Yo no me leí ninguno, pero conozco a gente que conoce a gente que se compró uno de esos libros por equivocación al confundirlo con la obra original. No me extraña. A menudo en sus portadas aparecían los términos "código", "Da Vinci", "Dan Brown" y "Best seller" en un tamaño de letra sobredimensionado que disimulaba una tipografía más reducida con mensajes como "todas las claves de El Código Da Vinci" o "El código revelado". Apuesto a que muchas señoras mayores con vista cansada e hipermetropía mordieron el anzuelo. Es más, doblo la apuesta y me imagino su confusión al constatar el extraño ritmo de la "novela" y su estupor al cabo de unos minutos de lectura al darse cuenta de todo el pastel. Esas situaciones pueden parecernos esperpénticas pero la estadística nos dice que debieron ocurrir.

El libro que vamos a reseñar hoy pertenece al segundo fenómeno anteriormente descrito. Los secretos del código no oculta sus intenciones y no pretende ser más de lo que su modesto título pretende mostrar, a saber, un compendio de datos históricos y hermenéuticos acerca de lo que hay o no de cierto en la gran conspiración presentada en El Código Da Vinci. Por ello, trata de dar respuestas a preguntas como: ¿Qué papel desempeñó María Magdalena en la historia narrada en los Evangelios? ¿Por qué ese halo de desprestigio que la rodea? ¿Estuvo casada María Magdalena con Jesús? ¿Tuvieron descendencia? ¿Es cierto que Jesús le encomendó la tarea de ser la líder de la Iglesia? ¿Huyó hacia Francia? ¿Y qué hay de las primeras comunidades cristianas? ¿Y de los marcionitas y los ebionitas? ¿Qué peso tenía en el primer cristianismo los evangelios gnósticos? ¿Qué interpretaciones cabe hacer hoy en día de algunos de sus polémicos pasajes? ¿Es cierto que el relato de la vida de Jesús tiene las suficientes similitudes con personajes de otras mitologías como para no dar demasiada validez histórica a los evangelios? ¿Qué cabe decir del emperador Constantino? ¿Existió el Priorato de Sión? ¿Hasta qué punto es creíble la existencia de una línea de filiación que conecte la dinastía merovingia con Jesús de Nazaret? ¿Cómo se hicieron tan ricos los caballeros templarios? ¿Es cierto todo lo que se cuenta del Opus Dei en la novela? ¿Son creíbles las interpretaciones de la obra de Da Vinci? ¿Y qué hay del simbolismo, en general? ¿De qué material de referencia extrajo Brown su información? Estos y otros muchos interrogantes están presentes a lo largo de todo el libro.

Uno de los puntos positivos del libro es que las preguntas no están contestadas desde una sola óptica. De hecho, Dan Burstein es tan solo el editor del volumen y su función se circunscribe a la de seleccionar y prologar los textos incluidos. Estos pertenecen a especialistas en las distintas materias abordadas y están presentadas desde posiciones teóricas contrapuestas. Así, entre las páginas de Los secretos del código encontramos las opiniones de teóricos en teología, historia del primer cristianismo, sociología de las religiones, arte renacentista o iconografía religiosa abiertamente rupturistas con la tradición, pero también las de sus contrapartes conservadoras, así como la de cierto conjunto de nombres que se mantienen en posiciones equidistantes. Todo lo cual contribuye a dar un cierto aire plural al volumen, el cual, de todos modos, tiene un claro sesgo a favor de las posiciones más heterodoxas, aunque solo sea por mantener viva la llama del misterio.

De todas formas, a pesar de que la pluralidad es de agradecer, el libro presenta un cierto aire de dejadez. Los secretos del código está dividido en capítulos que tratan los ítems históricos y hermenéuticos clave de la novela. El problema es que las introducciones a los distintos capítulos, a veces, son ciertamente escuetas, y la presentación y la transición entre textos incompatibles resulta insuficiente. Burstein transmite la sensación de haber volcado en el volumen una gran cantidad de extractos de las obras más representativas. Y ciertamente, esto es así. No solo los principales especialistas en la materia están representados, sino que fuentes originarias, como pasajes de los evangelios de Felipe, María o Tomás, también tienen su espacio. Esto, que en principio es positivo, se ve enturbiado por el poco trabajo empleado en cohesionar la bibliografía. Al final, el lector obtiene una perspectiva amplia de las polémicas presentadas, pero al precio de no escuchar una voz que pondere las distintas opiniones. Y Burstein, que en realidad es un ejecutivo de una firma de capital de riesgo (en serio), no parece el hombre más apropiado para realizar la tarea.

"Pero Cristo la amaba más que a todos los discípulos y acostumbraba besarla [en la boca] frecuentemente. Los otros discípulos se escandalizaban y expresaban su desaprobación. Le dijeron «¿Por qué la amas más que a todos nosotros?» El salvador les respondió diciendo, «¿Por qué no os amo como la amo?»"
Evangelio de Felipe

Con todo, el libro está lleno de información valiosa y de un debate fascinante entre la hermenéutica heterodoxa presentada por las fuentes de las que Brown se nutre para su novela y la que profesa mayor afinidad hacia posiciones más conservadoras. Los debates en torno a la validez o no de la imagen de Jesús presentada por los evangelios gnósticos, el cariño que en estos profesaba a María Magdalena, la distorsión que la Iglesia Católica efectuó sobre la imagen de la seguidora de Jesús o la naturaleza de las primera comunidades cristianas avivan la llama de un protofeminismo cristiano que ciertamente resulta tan impresionante como en la novela de Brown. No obstante, el interés no se mantiene constante durante todas las páginas del volumen. Los pasajes relacionados con el Priorato de Sión son un poco pobres y no profundizan demasiado en la figura de Pierre Plantard, por ejemplo, dejando en un limbo la más que probable sospecha de fraude que rodea a la supuesta sociedad.

Pero lo que termina de decantar la balanza, más allá del mayor o menor interés de ciertas secciones (algo siempre subjetivo) y de la pluralidad de los contenidos, es la reiteración que se produce en la exposición. A pesar de la ordenación de las temas, los contenidos se encuentran inextricablemente ligados, por lo que estos vienen y van, una y otra vez. Al principio esto favorece la imagen de conjunto, pero tras unas pocas iteraciones se hace molesto y se echa de menos cierta profundización en cada una de las cuestiones abordadas. Este problema se ve agravado por la inexistente sistematización de Burstein y por la participación en lugares distintos de mismos autores a lo largo de la obra. Todo lo cual hace que como obra de divulgación, "Los secretos del código", deje un tanto que desear.


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