viernes, 23 de enero de 2015

(1998) Manuel Montero - Historia del País Vasco. De los orígenes a nuestros días.


Euskadi, Edad Media, Beaumonteses, Guerras Carlistas, ETA, PNV, PSOE


Con el paso de los años me he ido dando cuenta de la importancia de tener un sólido conocimiento de la historia del pueblo vasco para poder comprender las dinámicas y los modos de pensar nacionalistas. Y debo admitir que seguramente no posea tal conocimiento, al menos en profundidad. En mi descargo diré que jamás he creído que los hechos pasados puedan justificar una idea de nación, cualquiera que ésta sea, ya que, siguiendo a Ortega, creo que el concepto de nación es proyectivo, es decir, mira al futuro y no al pasado; es un proyecto sugestivo de convivencia en común; un contrato que mira hacia delante y no hacia atrás. Así que una de las razones que me esgrimía a mí mismo para no adentrarme en la lectura y estudio de la historia vasca era que solo podía arrojar conclusiones y argumentos inatinentes con respecto a la cuestión vasca. Sin embargo, no todo el mundo piensa de esta manera y, de hecho, lo cierto es que casi nadie lo hace. Tanto los nacionalistas vascos como los nacionalistas españoles apelan a la historia para defender sus posturas, de modo que uno se ve obligado a estudiar la historia si quiere hallar los medios y las herramientas para poder entender a aquellos que, siendo nacionalistas, apelan al pasado como justificación de sus posiciones. Y ya no hablo de aceptar o refutar sus argumentos. No, hablo de una esfera previa, anterior lógicamente: la de la mera comprensión de esos argumentos.

Así que, en parte por estas razones, en parte por mera curiosidad intelectual, llevaba tiempo con ganas de adentrarme en la historia del País Vasco. En el colegio di dos grandes tipos de historia: la universal y la de España. En la segunda dábamos la historia del País Vasco como apéndice de la de España, de modo que obtuve un conocimiento muy superficial de la materia. Por lo que cuando vi este libro de Manuel Montero al alcance, me lancé directo a hincarle el diente.

martes, 13 de enero de 2015

(2011) Andy Weir - El marciano


Marte, espacio, odisea, naufragio, Andy Weir, The Martian


"He estado pensando en leyes sobre Marte.
Sí, lo sé, es una estupidez pensar en eso, pero tengo mucho tiempo libre".
Existe un tratado internacional según el cual ningún país puede reclamar nada que no esté en la Tierra. Y, según otro tratado, si no estás en territorio de ningún país, se aplican las leyes marítimas.
Así que estar en Marte es como estar en «aguas internacionales».
La NASA, una organización estadounidense civil, es propietaria del Hab*. Así pues, mientras estoy en el Hab, son aplicables las leyes de Estados Unidos. En cuanto salgo, estoy en aguas internacionales. Luego, cuando llego al vehículo de superficie, vuelvo a la ley estadounidense.
Esto es lo mejor: finalmente llegaré al (...) y requisaré el aterrizador de la misión Ares 4. Nadie me ha dado permiso explícitamente para hacerlo ni puede hasta que esté a bordo y operando el sistema de comunicaciones.
Una vez a bordo y antes de hablar con la NASA, tomaré el mando de una nave en aguas internacionales sin permiso.
¡Eso me convierte en pirata!
¡En un pirata espacial!"

Comenta el bueno de Miquel Barceló en la introducción del libro que tenemos hoy la oportunidad de analizar, que la ciencia-ficción, actualmente, vive sus horas más bajas. Puede que éste sea un diagnóstico un tanto apocalíptico, pero es indudable el retroceso en popularidad que el género ha sufrido en los últimos años. Ya hubo agoreros que presagiaron este hecho durante los años 90. Según éstos, la manera en que la tecnología se estaba integrando en nuestras vidas iba a quitarle la especificidad al género, desintegrándolo y diluyéndolo en la narrativa general. Para Barceló, en cambio, el problema reside en que el desarrollo de la tecnología, hoy en día, hace absurdo todo intento de profetizar futuros más o menos lejanos, ya que el desarrollo científico y tecnológico volverá ridículas esas profecías al cabo de pocas décadas.

lunes, 5 de enero de 2015

(2012) Ian Stewart - 17 ecuaciones que cambiaron el mundo


relatividad, schrodinger, Fourier, Pitágoras, Newton, divulgación matemática


"Hay dos tipos de ecuaciones en matemáticas, que aparentemente son muy parecidas. Un tipo presenta relaciones entre varias cantidades matemáticas; la tarea es probar que la ecuación es cierta. El otro tipo proporciona información sobre una cantidad desconocida y la tarea matemática es resolverla, para hacer lo desconocido, conocido. La distinción no está clarísima, porque a veces la misma ecuación puede usarse para ambas cosas, pero es una pauta útil. En este libro, te encontrarás con ecuaciones de ambos tipos."

Ian Stewart nos habla en el párrafo precedente de la distinción entre ecuaciones de la matemática pura y ecuaciones de la ciencia empírica, principalmente la física. La distinción se fundamenta en que el primer tipo de ecuaciones es verdadera en función de las definiciones de los términos a ambos lados del signo de igualdad mientras que las segundas intentan representar regularidades empíricas, y podrían no ser ciertas si determinadas características de la realidad fueran distintas. Por ejemplo, para que el teorema de Pitágoras sea cierto, solo es necesario que los cinco postulados de la geometría euclidiana se tomen como verdaderos. Haciendo eso, la verdad del teorema es incuestionable. Aunque variando solo uno de ellos, por ejemplo el quinto postulado sobre las paralelas, nos vemos en un callejón sin salida. Por ello, el teorema de Pitágoras es una ecuación que pertenece al primer tipo, a la matemática pura, y no importa nada en absoluto cómo sea el mundo, la ecuación seguirá siendo cierta mientras se acepten las definiciones y sentencias que la apoyan. En cambio, la validez de una ecuación como la ley de la gravitación universal de Newton sí requiere de cómo sea la realidad. Si ésta fuera distinta, a saber, por cualquier incorrección de las consecuencias experimentales que se desprenden de ella, como que la aceleración de un cuerpo en caída libre cerca de la superficie terrestre (redondeando) sea 9,8 m/s², entonces la ecuación no sería cierta. La idea básica es que el significado de los términos en las ecuaciones del primer tipo hacen referencia a ideas puramente matemáticas, a definiciones basadas en la estipulación y a relaciones entre conceptos basados en esas definiciones. El significado de los términos de las ecuaciones del segundo tipo hacen referencia a conceptos que pretenden captar la realidad. En 17 ecuaciones que cambiaron el mundo Ian Stewart (el matemático recreativo y divulgador científico, no el teclista de los Rolling) pretende hacer un repaso a las ecuaciones que él considera las más importantes de la historia, sean del primer tipo o del segundo.

sábado, 3 de enero de 2015

(1872) Friedrich Nietzsche - El nacimiento de la tragedia


Nietzsche, tragedia, comedia nueva, Esquilo, Sófocles, Eurípides, Sócrates.


"Pero en la medida en que el sujeto es artista, está redimido ya de su voluntad individual y se ha convertido, por así decirlo, en un medium a través del cual el único sujeto verdaderamente existente festeja su redención en la apariencia. Pues tiene que quedar claro sobre todo, para humillación y exaltación nuestras, que la comedia entera del arte no es representada en modo alguno para nosotros, con la finalidad tal vez de mejorarnos y formarnos, más aún, que tampoco somos nosotros los auténticos creadores de ese mundo de arte: lo que sí nos es lícito suponer de nosotros mismos es que para el verdadero creador de ese mundo somos imágenes y proyecciones artísticas, y que nuestra suprema dignidad la tenemos en significar obras de arte —pues sólo como fenómeno estético están eternamente justificados la existencia y el mundo— mientras que, ciertamente, nuestra consciencia acerca de ese significado nuestro apenas es distinta de la que unos guerreros pintados sobre un lienzo tienen de la batalla representada en el mismo."

Mucho antes de que Nietzsche se convirtiera en el azote de la moral, y mucho antes de que hiciera bajar a Zaratustra de las montañas para que nos zarandeara y nos diera un par de sopapos, el filósofo alemán ya era el enfant terrible de la filología clásica. Con apenas 25 años le dieron un puesto de profesor titular en la universidad de Basilea y, poco después, le dieron el título de doctor sin necesidad de hacer disertación ni presentar trabajo alguno. Lejos de ser prebendas, estas distinciones fueron fruto de las originales investigaciones del joven Nietzsche. Una de ellas ponía de manifiesto que el ritmo en la métrica de los poemas griegos antiguos estaba en función solamente de la extensión silábica de los versos y no, como en nuestros sistemas actuales, también de la acentuación. En cualquier caso, esta clase de trabajos no centraban la atención del talentoso chico. Unos años antes había descubierto a Schopenhauer. Y fue un amor a simple vista. La lectura de El mundo como voluntad y representación le marcaría muy profundamente. También el contacto con Richard Wagner influiría en su concepción trágica de la vida. Precisamente sería esta concepción de la vida la que marcará el contenido de su primera obra importante: El nacimiento de la tragedia en el espíritu de la música. Gracias a este libro, consiguió enemistarse intelectualmente con las principales luminarias filológicas de la época, colegas de profesión y compañeros de universidad. Fue en 1879 cuando abandonaría su puesto de profesor por problemas de salud, abrazando entonces la vida del librepensador solitario y apátrida, pero ya había acontecido mucho antes su alejamiento de la disciplina.

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