Con el paso de los años me he ido dando cuenta de la importancia de tener un sólido conocimiento de la historia del pueblo vasco para poder comprender las dinámicas y los modos de pensar nacionalistas. Y debo admitir que seguramente no posea tal conocimiento, al menos en profundidad. En mi descargo diré que jamás he creído que los hechos pasados puedan justificar una idea de nación, cualquiera que ésta sea, ya que, siguiendo a Ortega, creo que el concepto de nación es proyectivo, es decir, mira al futuro y no al pasado; es un proyecto sugestivo de convivencia en común; un contrato que mira hacia delante y no hacia atrás. Así que una de las razones que me esgrimía a mí mismo para no adentrarme en la lectura y estudio de la historia vasca era que solo podía arrojar conclusiones y argumentos inatinentes con respecto a la cuestión vasca. Sin embargo, no todo el mundo piensa de esta manera y, de hecho, lo cierto es que casi nadie lo hace. Tanto los nacionalistas vascos como los nacionalistas españoles apelan a la historia para defender sus posturas, de modo que uno se ve obligado a estudiar la historia si quiere hallar los medios y las herramientas para poder entender a aquellos que, siendo nacionalistas, apelan al pasado como justificación de sus posiciones. Y ya no hablo de aceptar o refutar sus argumentos. No, hablo de una esfera previa, anterior lógicamente: la de la mera comprensión de esos argumentos.
Así que, en parte por estas razones, en parte por mera curiosidad intelectual, llevaba tiempo con ganas de adentrarme en la historia del País Vasco. En el colegio di dos grandes tipos de historia: la universal y la de España. En la segunda dábamos la historia del País Vasco como apéndice de la de España, de modo que obtuve un conocimiento muy superficial de la materia. Por lo que cuando vi este libro de Manuel Montero al alcance, me lancé directo a hincarle el diente.